RADIOGRAFÍA 1

La ciudad decrece. El cambio es claro. Lo podemos ver, oler y escuchar. Las calles reciben más pasos, más restos y más bulla. Paredes sucias, veredas rajadas y aires viciosos, no son las únicas pruebas del caos de las urbes. Los cables –eléctricos, telefónicos y otros- nos muestran la confusión y el desorden de nuestras vidas, nos enseñan la indiferencia ante esta deplorable circunstancia y la mediocridad con la que nos desenvolvemos.




Estos cordones negros se enlazan, se cruzan y se pierden encima de nuestras cabezas. Casi nadie les presta atención. Pocos levantan la mirada para observarlos. Quizás les parecen insignificantes, quizás no quieren ver su caótica realidad. O tal vez, simplemente, están inmunemente acostumbrados a su triste ambiente.






RADIOGRAFÍA 2



Ellos siempre están -y han estado- presentes en nuestros caminos. Trazan una línea, marcan una dirección, se mezclan con el ambiente. Estos se acoplan a los elementos de las urbes y viceversa. Cada calle es rodeada por ellos. Nos acechan y nos advierten. Los cables nos dicen: ¡Alerta! Somos la radiografía de sus existencias. Los cables nos revelan los laberintos que se construyen en altura. Laberintos que no solo son el reflejo de nuestras acciones sino también el de nuestros pensamientos.