
Ellos siempre están -y han estado- presentes en nuestros caminos. Trazan una línea, marcan una dirección, se mezclan con el ambiente. Estos se acoplan a los elementos de las urbes y viceversa. Cada calle es rodeada por ellos. Nos acechan y nos advierten. Los cables nos dicen: ¡Alerta! Somos la radiografía de sus existencias. Los cables nos revelan los laberintos que se construyen en altura. Laberintos que no solo son el reflejo de nuestras acciones sino también el de nuestros pensamientos.
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